sábado, 29 de julio de 2017

EL VIOLIN DE WILLY

Las notas del himno nacional latigueaban los tímpanos, el yunque y el martillo de los guardias nacionales venezolanos. No se sabe cuál maleficio arropó a los verde oliva para rechazar lo que siempre ha sido su acicate espiritual en defensa de la integridad  territorial  del país.
En sus días y sus noches de sueños e ilusiones Willy Arteaga acariciaba en sus pensamientos los acordes lejanos de Paganini, el mismo en que frente al  escenario de un auditorio repleto de admiradores ávidos de su actuación, esperaban ansiosos. La orquesta entró y fue aplaudida. Cuando la figura de Paganini surgió, triunfante, el público deliró. Paganini colocó su violín en el hombro y las notas musicales se pasearon suaves y delicadas por el escenario. De repente, un sonido extraño interrumpió el ensueño del público asistente. Una de las cuerdas del violín de Paganini se había roto. El director paró, la orquesta se detuvo,  El público se quedó en silenció, pero Paganini continuó tocando. Mirando su partitura como si nada hubiera ocurrido, él continuó extrayendo sonidos deliciosos de su violín con una cuerda menos. El director y la orquesta, admirados, volvieron a tocar y el público se tranquilizó.
Willy pudo en algún momento pensar en un accidente de esas características, porque entra en las probabilidades. Lo que nunca pensó fue ver su instrumento soltar las cuerdas por la incontrolable furia castrense. Quizás si hubiera presenciado aquel momento cuando  otro sonido perturbador atrajo la atención de los asistentes al concierto de Paganini, su ánimo se habría macerado, otra cuerda del violín de Paganini se acababa de romper. El director paró de nuevo y la orquesta se detuvo otra vez. Pero Paganini siguió con el concierto. Como si nada hubiera ocurrido, se olvidó de las dificultades y continuó arrancando sonidos imposibles de su violín de dos cuerdas. El director y la orquesta, impresionados, volvieron a tocar.
La naturaleza sentimental de Willy no resistió la desgracia que se escenificaba ante sus ojos, la barbarie no tocó el instrumento, lo pulverizó, no pudo quedar como el violín de Paganini  cuando  la tercera cuerda se rompió y él publicó lanzo entre un grito y un quejido. El director y la orquesta se detuvieron una vez más, como la respiración de la gente, que pensó que el concierto había llegado a su final. Pero Paganini siguió,  arrancó todos los sonidos posibles de la única cuerda que quedaba en el violín. El público pasó del silencio a la euforia, del pánico al delirio. Paganini alcanzó la gloria. Su nombre perdura a través del tiempo. Su genio consistió en continuar adelante aunque todo parecía perdido.
Willy alentaba a los manifestantes en las protestas de los venezolanos para mitigar un poco el sonido del disparo de bombas lacrimógenas y perdigones de la Guardia Nacional Bolivariana. Aquel infausto día el violín se apagó, pero Willy siguió tocando, con el alma, no dejó de tocar, porque su llanto vibró y llenó las horas de aciago mientras su instrumento volvía a su hombro. Lo cubrió el espíritu de Paganini.


Por: JOSE LUIS ALCOCER.-

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