domingo, 1 de junio de 2008

cronicas de un conflicto (II)

CRONICAS DE UN CONFLICTO (II)

Jamás pensaron Frontiel y Azocar estar detrás de unos barrotes, jamás pensaron tener limitado en el libre albedrío de sus desplazamientos.
Cuatro metros por seis, es un espacio infinitamente reducido para quienes Dios y la naturaleza los ha proclamado libres.
La Comisaría de la Policía del estado Bolívar, ubicada frente al aeropuerto “Manuel Carlos Piar”, fue el sitio designado por las autoridades gubernamentales para “alojar” a Chauran, Frontiel, Yunis, Carlos Mata y Azocar después de la sangrienta jornada del catorce de Marzo frente al portón uno de Sidor, como si se tratara de unos facinerosos, sin percatarse que allí habían años de conocimiento siderúrgico, manos laboriosas al servicio del país y lo mas preciado, latidos en el pecho que entran en resonancia con el grito de libertad, igualdad y fraternidad.
Cuando Juan Carlos Urbina le solicitó a Yunis Hernández la autorización para que les tomaran gráficas detrás de las rejas, Yunis lo acepto, argumentando, - por supuesto “si soy como el jilguero que atrapado entre rejas es como canta mejor”, además es necesario que el mundo se entere de las injusticias, y que los trabajadores siderúrgicos nos identificamos con el acero y por eso somos indoblegables.-.
La fotografía fue dramática y fue inspiración para que muchos trabajadores la insertaran en Internet y así gritar al universo la verdad de los sidoristas. Carros iban y carros venían, llamadas telefónicas, los celulares estaban a reventar, amenazaban con calcinarse, la solidaridad actuó como reguero de pólvora, las principales emisoras y canales de televisión del país difundieron la noticia y en pocos momentos el país entero vibró junto a los trabajadores, sus luchas y sus ilusiones.
La visita de familiares, amigos y compañeros de trabajo a la comisaría policial, se multiplicaba en la medida en que largaba el día, la información manejada era su inminente traslado al Cuerpo de investigaciones Científicas Penales y Criminalisticas (CICPC) para ser reseñados y posiblemente colocarles el prontuario que nos imaginamos debía ser el siguiente: Hombres de trabajo, padres de familia , trabajadores que diariamente arriesgan su vida, que colocan su granito de arena para tener un mejor país, que luchan por una mejor calidad de vida, que todo su esfuerzo ha estado, está y seguirá estando al servicio del esfuerzo para lograr una sociedad mas justa y humana.
No hay forma de decir o escribir algo distinto, no se podrá jamás torcer la historia vivida por los hombres del acero, esas páginas escritas a mil quinientos grados de temperatura, sobre un tren de laminación ó en medio de una tolva.
Son tantas las letras como partículas de hierro, son tantas las lagrimas como capítulos pasados, y en cada párrafo y en cada prosa es fácil encontrar la comunión de los hombres con el creador, porque son contextos entrelazados entre si, la dignificación de la gente a través del trabajo y el mandato bíblico de ganarse el sustento con el sudor de la frente.
Los siderúrgicos asistieron ese día a una cita con su conciencia, con los principios continuamente pregonados, con su estirpe guerrera y con su condición de imágenes de un movimiento que en el país luce minado y que necesita de la influencia laboral siderurgica para fortalecerse.
Los rayos del sol penetraban a través de los vidrios del ventanal contiguo, y por allí se desplazaban los pensamientos, los mensajes, las ideas, era un canal de comunicación del hombre con la naturaleza, con la libertad y con el quehacer diario.
Los trabajadores detenidos estaban en una celda, estaban privados de ejercer su cotidianidad, su itinerario familiar, pero sentían un gozo interno porque lo que no logró el ataque artero y miserable fue despojarlos de su tranquilidad espiritual y su libertad interna, la que nadie puede penetrar porque teniendo un amplio horizonte y sus fronteras lindando con los predios divinos, su sola entrada son los sentidos de la gente.
Los trabajadores sidoristas continuaran escribiendo historia. Los calabozos fueron santificados con su presencia, más allá, el Caroni sigue colmando de aguas al Orinoco y sobre esas aguas la justicia navega y remonta como “el bongo que remonta el Arauca”.

José Luís Alcocer
Dirigente de UNIDAD MATANCERA en Sidor

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